lunes, 13 de agosto de 2012

Visitando la Catedral de Santiago. Ciencia en… ¿ciencia?


Mas o menos las 14:00. 25 de julio, Santiago Apóstol, el patrón de España.


La catedral de los peregrinos, Santiago y Galicia, están en fiestas. Yo, de turismo científico-tecnológico.


Los gallegos, orgullosos de su pasado y su presente, me han enseñado mucha ciencia y tecnología: en las bodegas de albariño, la producción del vino; en la Torre de Hércules, la óptica del faro romano; en los Monasterios de Carboeiro y de Armenteira, el contrabando de vanadio y los molinos de agua; en el Pazo de Rubiáns, ingeniería agrónoma aplicada; en las Islas Cíes, flora, fauna y geomorfología; en la Catedral de Tui, arquitectura;... y por supuesto, los museos científicos de a Coruña, los etnológicos de todo el territorio gallego…


Hoy visito la catedral de Santiago de Compostela. Estoy llegando a la fachada principal barroca. Debería de estar pensando en los grandes ventanales que permiten iluminar el Pórtico de la Gloría, antigua fachada románica que ahora se encuentra en el interior. En ella está la representación del maestro constructor Mateo sosteniendo el cartel “Architectus”, donde antiguamente los estudiantes golpeaban su cabeza para obtener sabiduría. Debería de estar pensando esas cosas pero empiezo a acordarme de otras.




Pero, cuando llego, me encuentro de frente con una realidad mucho peor.


No sabía que horas antes se había celebrado un acto político de gran relevancia a nivel nacional: “la Ofrenda al Apóstol”. Y por ello, la plaza del Obradoiro esta tomada por la policía. Un cordón impedía el paso a media plaza. A esa hora, los políticos estaban saliendo del Ayuntamiento/Gobierno Autónomo y se dirigían al Parador Nacional, nadie les vitorea ni les insulta, van solos “al convite” protegidos por la policía. Se me fue la olla, empecé a decirle a mi hija “Mira, mira, mira, esos son políticos, esos son los que nos gobiernan. Mira, mira, mira, después de hacer su trabajo, van a tomarse el aperitivo”.


En semejante estado entré en la catedral. Es obvio que estaba poco receptivo, pero lo que me encontré tampoco ayudó mucho. Un “cura” estaba dando misa, pero los turistas y los peregrinos le faltaban al respeto, hablaban y reían sin contemplación mientras que hacían cola para ver las distintas atracciones que la catedral les ofrecía. No respetaban el acto religioso poco concurrido que allí se estaba realizando.


Por otro lado, mi hija fue a mojarse las manos en las “pilas” para persignarse, pero casi todas estaban selladas con una tapadera, y la tapadera tenía una ranura ¿serían “cepillos” para recoger limosnas? Di una vuelta rápida y pase cerca de donde se estaban vendiendo souvenir religiosos. Yo creo que era una tienda, pero no me atrevo a afirmarlo, porque dentro de la Iglesia, mientras se está dando misa, no creo que se pueda hacer negocio, “en las Sagradas Escrituras Jesús expulsa a los mercaderes del templo”.


Y justo después de pasar por la puerta de la “tienda”, observe algo que les podía enseñar a mis hijos. Gracias a esta “revelación divina” no tendría que decirles las barbaridades que se me estaban pasando por la cabeza. En una esquina de la puerta sur del crucero había unos gigantes y cabezudos. No se si desde un punto de vista religioso es correcto tenerlos allí, pero yo fui hacia ellos.


Estaba explicándoles que eran muñecos, que se metían hombres debajo y que desfilaban por las calles cuando empecé a oír gaitas y tambores, canciones y gritos. Como estaba deseando salir de allí abrí la puerta y salí por la fachada románica, la de Platerías. Me senté en las escaleras y empezaron a pasar personas y mas personas acompañando a un grupo folklórico gallego, y todas gritaban, cantaban y exigían independencia para Galicia y que pagaran políticos y banqueros las consecuencias de la crisis. Los transeúntes les aplaudían. Mi hija, que ha estado en más de una manifestación, me dijo: “estos son los que no están de acuerdo con los que se han ido de comilona, ¿verdad, papá?”


Yo y mis hijos habíamos salido de la catedral, mis compañeros de viaje todavía estaban dentro, pero decidí darme una vuelta por los alrededores de la catedral. Me habían dicho que en las calles Rúa Do Franco y Rúa Da Raiña había muchos sitios donde “tapear”. Pero no había contado con que era el día grande de Santiago, los lugareños junto con los peregrinos y los turistas ocupaban chiringuitos, bares y restaurantes. Yo que estaba de un humor de perros empecé a desesperarme.


Cuando nos juntamos todos oferté irnos a una pizzería, así ahorrábamos, pues todos los días no podíamos permitirnos un homenaje en restaurantes gallegos. Pero el destino me ofrecería una opción mucho más edificante: “acabamos en el Burger King”. Yo me hundía en el fango, pero al menos los niños se lo pasaron a lo grande en el “recinto de bolas”.


Después de comer, decidí darle otra oportunidad a los alrededores de la catedral, quería encontrar algo de ciencia o de tecnología que llevarme a la boca. Salimos, y justo antes de llegar a la catedral, la primera en la boca: unos cuantos hombres y mujeres paraban a los transeúntes despistados para hacerles sahaja yoga y para explicarles que a través del yoga se puede alcanzar la sanación de graves enfermedades.


Por supuesto, la policía que estaba enfrente no intervino, ni cuando estaban intentando convencer a adolescentes, ¡coño! que son menores de edad. Me imagino que en otro momento si hubieran intervenido, pero ese día estarían cansados y desanimados, seguro que no había sido fácil proteger a los políticos. Los policías son trabajadores, e imagino que como todos los trabajadores, están hasta los mismísimos…


Totalmente desanimado fui nuevamente a la plaza de Platerías, yo me quedaría #SinCiencia pero mis hijos verían a los muy buenos artistas callejeros que por las tardes entretienen a niños y mayores. Además, en las actuaciones, tal y como hacían los antiguos juglares, insertaban continuos comentarios sobre la crisis y sobre quien eran los verdaderos culpables.


Cansado y sentado en las escaleras, con la fachada catedralicia románica a mi espalda, con una joya barroca (Casa del Cabildo) a mi derecha, con la actuación callejera enfrente mía, recordando lo vivido dentro de la catedral y recordando a los sanadores “metafísicos”, me doy cuenta de lo que es vivir #SinCiencia. Empiezo a pensar que esto es el futuro de España: religión, pseudociencia y conflictos sociales, ¡y los poderosos protegidos y bien comidos! Empiezo a darme cuenta de cuanto se parece esto a la triste Edad Media (llamada por muchos Edad Oscura, por el apagón cultural científico). De todas formas, se que no estamos en el siglo XII, porque más del 80% de las personas que estábamos allí teníamos nuestro smartphone en las manos y comunicábamos al Mundo (vía Twitter, WhatsApp, Facebook…) lo que estábamos viendo.


Cuando acaba la actuación ya lo tengo claro, hoy es un día #SinCiencia. Cojo a mis hijos y me voy a tomarme varias cervezas en una terraza. Después me voy a la feria del viño de autor albariño, en Meaño, donde disfruto de mejillones, pulpo, empanada gallega, zarza… y por supuesto del albariño y de los gallegos. Entre copa y copa, escucho frases como “gracias por venir a visitarnos”, a lo que yo respondo “no se merecen, somos nosotros los que estamos disfrutando de vuestra hospitalidad”.


¡Santiago, otra vez será! Espero volver cuando este de mejor humor.



Nota:

Quiero agradecer la hospitalidad que nos ofrecieron casi todos los gallegos, y las gallegas, con los que nos cruzamos. Es increíble lo acogedores que son.
Además, las vistas guiadas Bodega Lagar De Rei, Pazo de Rubiáns y Catedral de Tui, fueron un auténtico lujo. No solo explicaban bien, también transmitían orgullo y amor por su tierra y su trabajo.

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